La vida sentimental, la sexualidad y el cristianismo

La sexualidad es una experiencia de naturaleza
espiritual.
A los cristianos les agrada decir: «Jesús es mi Señor». De hecho, el apóstol Pablo nos dice: «Si con tu boca
reconoces a Jesús como Señor, y con tu corazón crees que Dios lo resucitó,
alcanzarás la salvación » (Romanos 10: 9). Esta es una verdad maravillosa que
yace en el mismo corazón del cristianismo. Jesús realmente es el Señor. Pero,
¿cómo podemos afirmar esto si no hemos aceptado su señorío en todos los
aspectos de nuestra vida?
Algunas personas actúan como si quisieran «mantener»
su sexualidad lejos del control de Jesús. Parecieran creer que si Jesús está
al mando perderán algo valioso, o que su sexualidad ya no será
satisfactoria. Esto indiscutiblemente no tiene sentido. Sin embargo,
Jesús es el creador del sexo. Fue su idea y su plan. ¿Qué nos
hace pensar que podemos mejorar el modelo del fabricante? ¡Imposible!
Cada intento de mejorar el maravilloso don de la sexualidad que
Dios nos ha dado, siempre ha resultado ser un fracaso.
Algunos cristianos han rebajado el valor de su cuerpo al
considerarlo como algo «terrenal» y pecaminoso, e incluso
repugnante ante Dios. Aun dentro del matrimonio consideran el placer sexual
como un pecado de la carne, o como una actividad no espiritual. Nada puede
estar más lejos de la realidad. La sexualidad es una experiencia totalmente de naturaleza
espiritual. Los expertos en el campo del comporta miento humano han observado
que existe una fuerte relación entre espiritualidad y sexualidad.
Esta relación entre espiritualidad y sexualidad suele ser
una sorpresa para las parejas que buscan compartir su espiritualidad. Cuando
dos personas que han iniciado un vínculo de carácter sentimental me dicen que
tienen la intención de llevar su relación al siguiente nivel, mediante la
adoración y la oración, siempre les hago una advertencia. Aparte de la
recomendación para continuar con su compromiso de buscar una vida espiritual
más profunda como pareja, les advierto en cuanto a la relación que existe entre
la espiritualidad y la sexualidad. Muchas parejas descubren que al
incrementar su intimidad espiritual, se multiplica también el deseo
de expresar físicamente el amor que se tienen.
Nada hace a un hombre o a una mujer más interesante que la
transformación que ejerce el Espíritu Santo. Su compañero o compañera se
sentirá atraída a ti y tú a él o ella, cuando los componentes espirituales de
nuestra relación se intensifiquen.
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